Año 2020: ¿El peor de la historia republicana de Venezuela?
Rubén
Alexis Hernández
Luego
de lo vivido en el 2020 en el mundo y en Venezuela, con la pandemia por
COVID-19 como protagonista, pareciera a primera vista que en el caso del país
suramericano, se trató del peor año de su historia, al menos del periodo
republicano. Y ciertamente fue así en buena medida, considerando algunas cifras
macroeconómicas muy negativas y la terrible realidad que padecen millones de
venezolanos día tras día, cuyas vidas oscilan entre la miseria, el hambre y la
desesperanza. Claro está que no podía ser para menos si tenemos en cuenta
algunos factores externos e internos que se han conjugado para que la realidad
actual de Venezuela sea desastrosa: los bloqueos y las sanciones
internacionales, el robo de activos importantes por parte de algunas potencias
y en algunos casos su venta a precio de gallina flaca, el enorme endeudamiento
externo, la megadependencia, las alianzas desventajosas con transnacionales, la
baja productividad agropecuaria e industrial, la quiebra del aparato productivo
estatal, el abrupto descenso de los ingresos derivados de la industria
petrolera, la persistente corrupción, la ineficiencia y por supuesto la
emergencia sanitaria por el coronavirus y sus nefastas consecuencias económicas
para el planeta, en especial para las naciones con economías más vulnerables en
los últimos años.
Lo
peor es que Venezuela aún no parece haber tocado fondo, y se avecina sin duda
alguna una etapa más oscura todavía, comparable tan sólo con lo que vivieron
los desposeídos durante el periodo colonial (indígenas, esclavos y parte de los “blancos”
de orilla) y en el marco de las sangrientas guerras del siglo XIX, cuando hubo
una mortandad y una devastación general bien elevadas. Y lógicamente ante esta
situación trágica el malestar social no se ha hecho esperar, y el Gobierno nacional,
sabiendo que una reacción popular masiva es peligrosa para la estabilidad del
Statu Quo en la nación caribeña, ha puesto en alerta máxima a las fuerzas
armadas, dispuestas a ejercer su papel natural de represoras y asesinas en
nombre de la seudodemocracia, disfrazada hoy día como democracia participativa
y protagónica, en el contexto de un socialismo del siglo XXI que solo ha
existido en el discurso.
Lo
más insólito de todo es que mientras la mayoría sufre por el desempleo y la
pobreza y miseria crecientes, las élites, incluida la dirigencia política
“revolucionaria”, se apropian indebidamente de buena parte del mermado PIB y
han sido beneficiadas con perversas medidas gubernamentales neoliberales,
implementadas para tratar de resolver, supuestamente, la grave problemática
socioeconómica en Venezuela.
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