Degradación salarial-laboral en Venezuela. La neoesclavitud al máximo
Rubén
Alexis Hernández
La
grave crisis socioeconómica que vive Venezuela desde hace varios años, debido a
diversos factores externos e internos, ha tenido como lamentable consecuencia,
entre otras, la progresiva degradación
laboral-salarial de millones de ciudadanos, al extremo de que hoy día la seguridad de los trabajadores y su bienestar físico y mental importan un comino, y el salario mínimo no llega a los 2 dólares mensuales, siendo el más bajo del
planeta, y quizá el más bajo en la historia republicana de Venezuela, al menos
desde la regulación de las relaciones patrono-trabajador. Ciertamente los
trabajadores siempre han sido explotados tanto por el sector privado como por
el sector público en el mundo entero, en
especial durante la prevalencia del nefasto capitalismo, pero el “obrerista” Gobierno de Maduro ha
llevado al extremo negativo la situación
salarial-laboral en Venezuela, superando en este sentido y por mucho a
Gobiernos claramente derechistas y abiertamente contrarios a los intereses de
los trabajadores, como el de Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato.
En términos generales, a la drástica caída del salario mínimo en los últimos años, se une
la pérdida de ciertos beneficios limitados con los que contaban los
trabajadores de la administración pública y de las empresas privadas,
particularmente los de la primera. Es decir que el Gobierno entreguista y de
corte neoliberal de Maduro, disfrazado como socialista, eliminó de forma
progresiva y sutil beneficios en materia médica, alimentaria, crediticia, y otros
incluidos históricamente en el ámbito salarial-laboral. Además, se hace de la vista gorda respecto a la pésima seguridad en los ambientes de trabajo y a las condiciones casi infrahumanas en que se desarrollan numerosos empleos. El colmo acá es que las
autoridades políticas, de derecha y de “izquierda”, violan las leyes en materia salarial-laboral, incluida la mismísima
constitución de Venezuela en cuanto al incumplimiento
en el pago de un sueldo mínimo digno por el sector público y el sector privado,
ordenado por el artículo 91 de dicha constitución.
Si
bien hay que reconocer, por ejemplo, que las sanciones y los bloqueos
internacionales-criminales en una nación mega dependiente como Venezuela han
tenido sus terribles efectos socioeconómicos, como igual ha ocurrido en otras entidades a lo largo de la historia, también es cierto que hay una minoría que
vive injusta, ilegal e inmoralmente en la opulencia a pesar de la tremenda
crisis y la cada vez menor disposición de recursos financieros, mientras que el
resto somos prácticamente unos neoesclavos, trabajando muy duro y en muchos casos sin una seguridad laboral mínima, para obtener un mísero
ingreso que no alcanza ni para comer decentemente. En realidad estamos peor que
los esclavos, considerando que éstos al menos tenían asegurada la comida, la
vestimenta, un lugar donde pernoctar y cierta atención médica rudimentaria en
caso de enfermar; siendo mercancía o mano de obra debían ser “protegidos” de
alguna manera. En la actualidad el asalariado venezolano promedio necesitaría
de unos 200 sueldos como el que percibe para medio satisfacer sus necesidades
básicas, en un país con inmensas riquezas energéticas y minerales, pero
saqueado a placer por las élites globales y administrado de forma oscura y
nefasta por su dirigencia política de derecha y de “izquierda”.
Aún
no tocamos fondo en Venezuela, y no obstante la neoesclavitud se manifiesta
claramente desde hace largo rato en este pobre
país rico, calificativo usado por el médico Felipe Carrera Damas para
titular uno de sus libros sobre la nación caribeña.
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