Los transgénicos en Venezuela. Impactos negativos y megadependencia
Rubén
Alexis Hernández
El
Grupo Semillas de Colombia (integrado por diversos investigadores), en su
Informe País del año 2018, titulado Acciones sociales en defensa de las semillas
criollas y la soberanía alimentaria. Cultivos transgénicos en Colombia,
señala que:
“Un
cultivo transgénico es un organismo vivo al que se le han manipulado sus genes
mediante técnicas de ingeniería genética, que consisten en aislar segmentos de ADN
(genes) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal o incluso humanos),
para introducirlos en él material hereditario de otro organismo totalmente
diferente. Con la manipulación genética de seres vivos se rompen las barreras
naturales de cruzamiento entre individuos de la misma especie, lo que ha
posibilitado crear individuos alterando los procesos evolutivos de las especies
en sus condiciones naturales”.
En el caso de Venezuela, el uso de semillas transgénicas se ha incrementado en los últimos años, en especial por parte de los productores de leguminosas (como la soya o soja) y cereales (según algunos portales electrónicos, el uso de semillas transgénicas en Venezuela habría sido prohibido hace algunos años. De ser así, está claro que la ley se acató, pero no se cumplió). Por desgracia, se sabe que el cultivo de plantas a partir de tales semillas y su consumo, tienen consecuencias negativas para el medio ambiente y para la salud humana, además que se acentúa la dependencia del país respecto a ciertas transnacionales, productoras de transgénicos. En este sentido citaremos algunas partes del informe arriba mencionado, considerando que es un estudio muy completo y que la situación de Colombia en cuanto al peligro creciente de los transgénicos, es parecida a la de Venezuela. Por un lado:
“-
Se ha presentado una considerable pérdida de biodiversidad silvestre y agrícola
debido, entre otras causas, a los modelos de desarrollo rural insostenibles
basados en monocultivos agroindustriales y transgénicos, y a la pérdida de los
sistemas tradicionales de las comunidades locales. El mercado globalizado
conlleva la pérdida y el abandono de las variedades criollas.
-También
las semillas transgénicas son una amenaza a la agrobiodiversidad porque contaminan
las semillas criollas y no transgénicas, cerrando así la opción de alimentos
libres de OGM para todos (…)
-
Los cultivos GM que toleran herbicidas pueden aumentar los residuos tóxicos de
glifosato y otros herbicidas, y generar mayores niveles de contaminación” (Idem).
En
cuanto a los efectos negativos de los alimentos transgénicos para la salud humana,
hay que advertir que además de la presencia de los productos locales para el
consumo interno, el Gobierno venezolano ha estado importando comida
transgénica, valiéndole un comino el daño a los ciudadanos y la dependencia
alimentaria:
“Diversos
estudios realizados en el mundo muestran que los efectos en la salud son
posibles por varios motivos:
-
El proceso de transformación genética puede provocar efectos mutagénicos que
pueden alterar o trastornar la estructura y el funcionamiento de los genes; lo
que a su vez puede alterar el valor nutricional o la producción de nuevas
toxinas o alérgenos.
-
La toxina Bt en los cultivos insecticidas MG puede ser tóxica o alergénica.
-
Numerosos estudios evidencian los impactos del glifosato asociado a soya y maíz
GM en la salud humana y animal. Se han evaluado los posibles riesgos para los
vertebrados y los seres humanos por niveles altos de residuos de glifosato en
la soja, produciendo riesgo de cáncer y efectos adversos en el desarrollo, el
hígado, los riñones y ciertos procesos metabólicos.
-
Probabilidad de adquirir resistencia a antibióticos.
-
Debilitamiento del sistema inmunológico y daños a órganos internos.
-
Probabilidad de generación de nuevos patógenos y enfermedades (evolución,
mutación de virus y cáncer).
-
Aumento de herbicidas en los alimentos en cultivos tolerantes al glifosfato.
-Uno
de los estudios más importantes en la materia es el desarrollado por el equipo
del profesor Gilles Eric Seralini de la Universidad de Caen (Francia),
publicado en la Revista: Food and Chemical Toxicology. Este estudio consistió
en evaluar durante dos años los efectos sobre ratas alimentadas con maíz
transgénico (Mon 603 tolerante a glifosato) de Monsanto. Se suministró a las
ratas, dietas de 11%, 22% y 33% de grano de maíz transgénico y con niveles muy
bajos de este herbicida. Como resultado se encontró que el 50% de las ratas
machos y 70% de las hembras presentaron muerte antes de tiempo; se provocaron
alteraciones hormonales y graves daños en órganos de ratas, tumores mamarios y
daño en hígado, riñones y glándula pituitaria. Este estudio fue revisado por
pares científicos que avalaron la validez de la investigación.
-Un
estudio realizado por Marwa Ibrahim, MD y Ebtsam Okasha de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Tanta, Egipto en 2016, con ratas alimentadas con
maíz transgénico MON810 de Monsanto: Ajeeb YG48 encontró que, luego de 90 días,
este maíz Bt MON 810 provocó daños en la membrana mucosa del yeyuno (parte del
intestino delgado) de las ratas (Idem).
En
lo relativo a la dependencia acentuada por el uso de semillas transgénicas, es
importante advertir que un puñado de corporaciones se encarga de elaborar y
comerciar dichas semillas y los agrotóxicos empleados en los cultivos
transgénicos. A la cabeza de tales corporaciones están algunos de los globalistas,
tristemente célebres por estar involucrados en la pandemia por COVID-19, la
guerra entre Ucrania y Rusia (III guerra mundial), y la planificación de otras
emergencias necesarias para consolidar el nuevo orden mundial
corporocrático-digital-totalitario. Y por supuesto tienen mucho que ver con la
terrible crisis económica actual, el encarecimiento brutal de alimentos y otros
rubros y la inminente hambruna a escala mundial. El deseo de las élites de
controlar totalmente a la humanidad, en parte gracias a la pobreza y al hambre
deliberadas., es cada vez más obvio.
La
agricultura en Venezuela y en otros países de América Latina, por ejemplo, ha
sido muy afectada por la situación económica crítica, y es así como ciertas transnacionales
han aprovechado para, con la complicidad de los Gobiernos nacionales, controlar
progresivamente el sector agrícola. Y en el proceso de masificar la agricultura
transgénica, se está acabando con la poca soberanía alimentaria existente en
una nación como Venezuela, en nombre, entre otras cosas, de obtener plantas
resistentes a las plagas y enfermedades, de ayudar a combatir el hambre y de
responder con éxito el cambio climático. Pero la verdad es que el empleo de
semillas transgénicas no hace sino desplazar a las variedades criollas y obligar
a los agricultores a comprar dichas semillas para cada nueva etapa de la
producción agrícola, considerando que son “desechables”, y por tanto profundiza
la pobreza y el hambre. Adicionalmente los productores del campo deben adquirir
los agrotóxicos fabricados por las mismas trasnacionales.
Veamos
qué resume sobre la dependencia extra que genera el uso de semillas transgénicas,
el Informe País 2018:
“Actualmente
solo tres empresas controlan más del el 60 % del mercado global de semillas (…)
-
Para el caso de los cultivos Bt, luego de varios de utilización de esta
tecnología, las plagas progresivamente se han hecho resistentes a las toxinas
Bt, volviendo así ineficiente esta tecnología, lo que ha llevado a que los
agricultores tengan que aplicar nuevamente los insecticidas convencionales para
controlar estas plagas (…)
-
Estas tecnologías están protegidas por Patentes biotecnológicas que permiten a
las empresas dueñas de estas tecnologías el control monopólico de los mercados
de las semillas. Los agricultores al adquirir estas semillas GM deben firmar
contratos con las empresas dueñas de la tecnología, donde suscriben la
obligación de respetar la propiedad intelectual de esta tecnología y se
comprometen a no reutilizar las semillas luego de la cosecha.
- Los paquetes tecnológicos asociados a las semillas transgénicas generan dependencia de los agricultores a este modelo productivo y permiten a las empresas el control del uso de estas tecnologías. En el caso de los cultivos transgénicos tolerantes a los herbicidas los agricultores, al comprar la semilla, también deben utilizar solo el herbicida específico incorporado, que es propiedad de la empresa. Los altos costos de las semillas GM, hacen que quienes tienen acceso a estas tecnologías, sean generalmente grandes agricultores con capacidad financiera”.
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